La historia de como casi me pierdo en el bosque:
Llegué camina que caminarás al cole de los viernes, la clase de 3º se iba a comer al bosque, muy cerquita del colegio, y cuando llegué me invitaron a ir con ellos.
Accedí, por supuesto, a mi todas estas inglesadas de hacer picnics es que me encantan, aunque pensé… de todas formas con la que está cayendo lo suspenderán. Llovía a cantaros. A la hora prevista todo estaba preparado, los sándwiches, las galletas, las fiambreras de Doctor Who, y pregunté ingenuamente ¿pero al final vais de picnic? La respuesta fue rotunda, ¡claro que si, los niños tienen muchas ganas!
Salimos del cole pasando por un camino llenito de barro en el que una de las niñas perdió un zapato atrapado por el fango, seguimos adelante, eso no era chispear, era un diluvio en toda regla ¿a dónde íbamos? Me habían comentado que iríamos muy cerca, caminando por el bosque se llegaba a una playa de río y allí se haría el lunch y luego juegos con los niños.
El camino era una pasada, todo árboles y naturaleza por doquier, pero debo confesar que pasé mucho tiempo mirando al suelo, después de todo mis botas negras no eran lo mejor para pasear por el campo pisando barro resbaladizo.
Llegamos al sitio, muy chopados, realmente chopaos (chopao = very calao), que bonito, unos minutos más tarde dejó de llover, comimos, reímos… y como ellos se iban a quedar bastante tiempo allí yo me volví al cole porque tenía clase con otros niños.
Empecé a caminar sola por el bosque, muchos oohs y muchos aahhs, la belleza del lugar era abrumadora, en una parte del camino un árbol iba dejando caer flores blancas, que bucólico ¿verdad?
Llegué a un cruce de caminos… ¿y ahora qué? a la ida había estado tan pendiente de no caerme y rebozarme cual croqueta en el barro que ni me había dado cuenta de que habían dos senderos. Vale, el de la derecha, tiene que ser el de la derecha. Estuve andando unos 3 o 4 minutos, no me sonaba nada, me paré, miré a mi alrededor… visualicé los titulares del Manchester News «Joven española perdida 3 días en el bosque» «Tuve que comer insectos -dijo-«.
En un momento determinado, con los brazos en jarras mirando al horizonte escuché algo…, síii! era el jaleo de los críos en el patio! Y venía en dirección contraria al camino que había elegido. Retrocedí. Cojí el otro camino y según iba caminando el griterío se hacía más intenso, no había duda, no tendría que comer gusanos de cena.